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Los pozos de nieve

En los siglos pasados, cuando el hielo todavía no se fabricaba artificialmente, muchos lugares de España utilizaban los pozos de nieve.

Estos pozos eran lugares situados en lo alto de las sierras o de las montañas. A veces estaban bajo el suelo y otras veces tenían su propia estructura. Se aprovechaba la nieve del invierno para los meses más calurosos del año. El hecho era garantizar hielo en el verano para las bebidas, conservar alimentos e incluso curar ciertas enfermedades.

Con el fin de que la nieve no tocase el suelo, primero se colocaban unas piedras separadas y después una estructura de tablas y ramas finas. Entonces se añadía la nieve, que se prensaba. A esta esta estructura situada entre el suelo y la nieve se la conocía con el nombre de “emparrillado”. Sin embargo, la nieve no se echaba sin más, lo que se hacía era colocarla por capas. Entre capa y capa había paja. Así, se hacía más fácil la extracción del hielo meses después.

No en todos los lugares de España eran iguales o se regían por las mismas normas. Algunos pertenecían a todo el pueblo y otros se subastaban.

Hoy en día todavía podemos ver pozos de nieve. Por ejemplo en la Sierra de Guara y en Gratal (al lado de Huesca) o en la Sierra de Gredos (un ejemplo está en La Adrada de Ávila).



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