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Inés de Castro; el amor más puro.

Esta es una historia muy romántica donde hay un rey, un príncipe y una dama.

Hace mucho, mucho tiempo hubo un príncipe que se enamoró de una dama. Entre ellos surgió un romance intenso y puro. Un amor de auténtico cuento.

Estamos en Portugal en mitad del siglo XIV. Alfonso IV era el rey y Pedro su hijo, el príncipe...

Una nota aclaratoria antes de leer la historia: Recordar que en aquella época los matrimonios entre reyes o nobles eran concertados por intereses. Lo del amor se dejaba en un segundo plano, o tercero o nadie sabe donde. Así, a Constanza con tan solo 9 años la desposaron con el rey Alfonso XI de Castilla. El asunto no salió muy bien, pero nada bien, y el padre finalmente, no sin mucho esfuerzo y sangre, la terminó recuperando y desposando con Pedro, hijo del rey de Portugal.

La historia

Inés, hija de un noble gallego, nació en el año 1320 y, debido al parentesco con Juan Manuel, un poeta y político de Castilla, pasó a ser la dama de compañía de su hija, Constanza. De este modo, nuestra protagonista fue educada en la residencia que tenía Juan Manuel en Peñafiel, Valladolid.


Constanza, después de tremendas aventuras, fue desposada con el príncipe Pedro, heredero a la corona portuguesa. Así, tanto Constanza como Inés marcharon juntas a Portugal. Ya estaba todo preparado para el enlace entre ambos. Al poco, la boda se celebró como correspondía; con lujo, alegría y diversión.


Sin embargo, Pedro puso su ojos en Inés y, a pesar de estar ya casado, la buscaba y buscaba. Finalmente, Inés cayó enamorada del príncipe, surgiendo entre ellos un romance secreto. Romance del que salían más que chispas de pasión.


Constanza, desconocedora de estos hechos, tuvo, en 1345, un hijo, Fernando, pero, desgraciadamente, el parto se complicó y la futura reina falleció tras dar a luz. Ahora Pedro e Inés tenían vía libre para proclamar su amor, oportunidad que no desaprovecharon. Cogieron todos los trastos y se fueron a vivir a Quinta das Lagrimas de Coimbra.


La nueva pareja tuvo tres hijos. Algo muy bonito, pero al mismo tiempo podían ser un problema para el anterior hijo, Fernando, ya que si su relación se regularizaba tendrían opciones de ocupar el trono. El padre de Pedro, el rey Alfonso IV deseaba que su nieto Fernando fuese el sucesor por lo que no se lo pensó mucho y, con el respaldo de la corte, mandó matar a Inés.


Dicha misión fue encomendada a tres caballeros que cumplieron su cometido cortando el cuello de la pobre Inés. Pedro juró venganza y fue directo contra su padre. Llegados a ese punto ya no había familia, le habían arrebatado a su gran amor.


Como consecuencia del cruel asesinato, Portugal entró en una terrible guerra civil que duro dos años y, que como todas las guerras, tanto los unos como los otros sufrieron de lo lindo. Era hora de poner fin a tanta desgracia firmando la paz.


Al poco de que el país volviese a la normalidad, Alfonso IV muere y Pedro es proclamado rey. Estamos en 1357 y llega la prometida venganza.


Lo primero que hizo el nuevo rey fue ajusticiar a dos de los asesinos, González y Coello. El tercero, Pacheco, sin embargo, tuvo más suerte y pudo escapar con vida.


Lo segundo que Pedro hizo fue proclamar su matrimonio con Inés, la pareja ya lo había hecho años atrás en secreto. Por supuesto las cortes lo reconoció e Inés fue coronada reina de Portugal.


Pedro mandó construir un mausoleo en el monasterio de Santa María de Alcobaϛa para su amada esposa. El mismo rey supervisó la construcción e hizo que este mausoleo sea una de las obras más bonitas del gótico portugués.


Tal era el amor que Pedro sintió por Inés que hizo construir un panteón mirando al de su amada para que lo primero que vieran sus ojos el día del Juicio Final fuese el rostro de su amada.

Inés de Castro; el amor más puro.

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